lunes, 25 de febrero de 2019
viernes, 22 de febrero de 2019
LA DEVOCIÓN AL CINTURÓN DE LA VIRGEN EN LA IGLESIA ORTODOXA
La narración que del glorioso tránsito de María Santísima que ha hecho San Juan Damasceno en su sermón de Dormitione Deiparae es la que sigue:
“Por una antigua tradición, ha llegado hasta nosotros la noticia de que al tiempo de su glorioso tránsito todos los santos Apóstoles que andaban por el mundo trabajando para la salvación de las almas, se reunieron al punto, llevados milagrosamente a Jerusalén.
Estando pues, allí, gozaron de una visión angélica, oyeron un celestial concierto, y de este modo entregada en manos de Dios su ánima santa, henchida de soberana gloria.
Su cuerpo, que había recibido a Dios de una manera inefable, fue enterrado en un nicho allí en Getsemaní, mezclándose en el entierro los himnos de los Apóstoles con las armonías de celestes coros.
Durante tres días se oyeron allí cantos angélicos que cesaron al cabo del tercero día.
Llegando entonces el Apóstol Santo Tomás, único que faltaba, y deseando adorar aquel Cuerpo que había tenido a Dios encarnado, abrieron el túmulo, más ya no encontraron allí el sagrado Cuerpo.
Sino solamente aquellos objetos con que había sido sepultada, los cuales despedían suavísima, fragancia: en vista de esto volvieron a cerrar el modesto túmulo.
Asombrados en presencia de este misterioso milagro, no pudieron menos de pensar en Aquel a quien plugo encarnarse en las entrañas de la Virgen María para hacerse hombre y nacer como tal, siendo Dios, el Verbo y Señor de la gloria, y que preservó incólume su virginidad a pesar del parto: quiso también honrar su Cuerpo inmaculado en seguida de su muerte, conservándolo sin corrupción alguna y concediéndole el que fuese trasladado al cielo antes de la general resurrección del género humano”.
Y según cuenta la tradición patrística basada en el relato siríaco del apóstol Tomás, cuando los apóstoles de Jesús no encontraron el cuerpo de la Virgen María tras su muerte, Tomás les relató su asunción al cielo en cuerpo glorificado, y les reveló que recibió de parte de ella su cinturón.
El llamado “hagia zoni” se trata de un cinturón realizado en pelo o lana de camello tejido, según la tradición, de la propia mano de la Virgen María.
Obtiene carta de naturaleza en la literatura apócrifa, concretamente en la llamada Narración del Pseudo José de Arimatea. Donde se cuenta cómo se produjo la entrega del mismo al apóstol Santo Tomás, que tuvo que volver para ello de la India, donde se hallaba:
“Después el bienaventurado Tomás se puso a contarles [a los apóstoles] cómo se encontraba celebrando misa en la India.
Estaba aún revestido de los ornamentos sacerdotales cuando ignorando la palabra de Dios, se vio transportado al monte Olivete y tuvo ocasión de ver el cuerpo santísimo de la bienaventurada Virgen María que subía al cielo; y rogó a ésta que le otorgara una bendición.
Ella escuchó su plegaria y le arrojó el cinturón con que estaba ceñida. Entonces él mostró a todos el cinturón”.
La Narración de José de Arimatea forma parte, dentro de la literatura apócrifa, del género que se da en llamar “literatura asuncionista”, en la base de la tradición cristiana de la Asunción de la Virgen María, junto con otros títulos como el Libro de San Juan Evangelista o el Libro de Juan Arzobispo de Tesalónica.
Recibe su título por venir firmado por el discípulo que aportó la tumba de Jesús, cosa que hace con estas palabras:
“Yo soy José, el que depositó el cuerpo del Señor en mi sepulcro y le vi resucitado.
El que guardó de continuo su templo sacratísimo, la bienaventurada Virgen María, antes y después de la ascensión del Señor.
El que escribió finalmente en el papel y en mi corazón las palabras que salieron de la boca de Dios y el modo como llegaron a realizarse los acontecimientos arriba consignados”.
Por lo que se refiere al Cíngulo de Vatopedi, quiere la tradición que la reliquia se hubiera conservado en Jerusalén hasta el s. IV, en la que aparecen indicios de hallarse en Zela, Capadocia.
El Emperador español Teodosio el Grande la habría devuelto a Jerusalén, y luego su hijo Arcadio trasladado a Constantinopla.
En tiempos del Emperador León VI el Sabio se le atribuye la curación de la Emperatriz Zoe.
En 1185, con motivo de la derrota del Emperador Isacio por el rey de los búlgaros Asán, la reliquia habría sido llevada a Bulgaria, de donde habría partido posteriormente a Serbia.
Precisamente el príncipe serbio San Lázaro I (1372-1389) habría hecho entrega de la misma al monasterio de Vatopedy para su custodia.
Es norma que los monjes de Vatopedy entreguen a las feligresas pequeñas reproducciones del cinturón de la Virgen.
Las cuales acompañan con unas oraciones y las instrucciones de unos ayunos encaminados, precisamente, a tratar problemas de infertilidad.
Tropario del Cinturón de la Virgen, Tono 8: Oh Madre de Dios Siempre Virgen y refugio de la humanidad, Tú habías otorgado a Tu Ciudad, por velo protector Tu Túnica y el Cinto de Tu Cuerpo Puro, que con Tu Alumbramiento sin simiente, habían permanecido sin corrupción; porque por Ti, el tiempo y la naturaleza se renuevan. Por eso, Te imploramos que otorgues la Paz a Tu Ciudad y a nuestras almas la gran misericordia.
Condaquio del Cinturón de la Virgen, Tono 4:
“¡Oh Virgen sin pecado!, con júbilo, la Iglesia celebra la colocación de Tu divino Cinturón; y con las suplicas hacia Ti exclama: “Salva a todos de los asaltos del enemigo, aplasta la altivez de los incrédulos y guía nuestra vida para que hagamos la Divina Voluntad del Señor.”
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